Ojo, ojo. ¡Cómo me gusta escribir esa palabra que resulta tan gráfica!, pero esta vez no la escribo sin motivo ya que hay que estar muy atento ahora que los estafadores se van renovando y ven un nuevo nicho de víctimas en la desesperación que puede provocar la necesidad de financiación en las startups.

No me quiero enrollar mucho, así que muy someramente os contaré que hace un par de semanas recibí un email de James Alan Anderson, inversor y (después me informó) enfermo terminal que nos había conocido a través de la web f6s. Desde el principio todo olía a estafa, pero nunca se sabe y no hay que cerrarse puertas antes de tiempo que de algún sitio tienen que salir esas historias bonitas que salen en las películas basadas en hechos reales de la 3, así que le di un poco de cuerda a ver por donde salía y acabó mandándome un MOU que tras consultar con un abogado parecía de lo más normal, dentro de la anormalidad de la situación y de que nuestras laboriosas investigaciones (y es algo que se nos suele dar bastante bien) no nos hubiesen devuelto mucha información sobre esa persona.
Finalmente, justo después de que en el último momento antes de entrar al quirófano a una operación a vida o muerte tuviera un segundo para además de pensar en su familia (como me contó en su email) acordarse de nosotros, le dio luz verde a su banco para proceder. Ahí es donde llegó el momento mágico ya que con la información que me solicitaba el señor banquero (hasta el nombre del director de mi oficina), podrían haber hecho lo que hubiesen querido con nuestras cuentas. Puse el caso en conocimiento de la unidad de Delitos telemáticos de la Guardia Civil, aunque me dijeron que si no había llegado a haber estafa no iban a hacer ningún movimiento.
Como espero que el señor Anderson saliera sano y salvo de su operación (nadie se merece morir, y nadie suele hacerlo en operaciones ficticias), estad atentos, porque supongo que igual que nos escogieron a nosotros podrán escogeros a vosotros.